Para los humanos, el contacto físico es una necesidad, una fuente de bienestar que nos hace sentir protegidos, amados y reconocidos por el otro. Tan sólo un abrazo desencadena sustancias químicas que ayudan a reducir el estrés y a entablar lazos emocionales.
La piel posee receptores sensitivos que
envían señales a la corteza cerebral. Este mecanismo permite percibir
frío, calor, caricias, cosquillas, pellizcos y si una superficie es
suave o áspera.
Georgina Montemayor, académica del
departamento de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional Autónoma de México, explica que al recibir un abrazo, un
apretón de manos o una caricia, el cerebro libera oxitocina, también
conocida como hormona del cariño, la cual permite el apego y que los seres humanos se busquen los unos a los otros.
“Cada zona del cuerpo está
representada en la corteza cerebral: párpados, orejas, pies, órganos
sexuales, piernas, nuca. Por eso donde nos toquen vamos a sentir, aunque
hay partes, como manos y labios, que ocupan mayor espacio en la corteza
cerebral, por tanto, son más sensibles al estímulo.
Con ayuda de la resonancia magnética (que permite hacer imágenes del funcionamiento del
cerebro), los científicos han observado que al recibir un abrazo, un
apretón de manos o una caricia se libera oxitocina. Esa sensación de
bienestar con un amigo, los padres o la pareja “se logra gracias a la
oxitocina y a la vasopresina, que se parecen mucho.
La segunda, la vasopresina,
aparece más en hombres y la oxitocina la produce más el sexo femenino”.
Eso explica por qué las mujeres pasan gran parte del tiempo con amigas y por qué les gusta ser abrazadas constantemente.
“Para que un abrazo produzca oxitocina
suficiente para una mujer debe durar cuando menos un minuto, y tiene que
ser tranquilo, no como los que dan muchos hombres, con palmadas o
golpecillos en la espalda. Las mujeres no abrazan así, incluso hasta nos
mecemos al abrazar; a los varones esa cercanía los pone nerviosos.”
Estudios científicos internacionales han
demostrado lo relevante que es para los mamíferos el contacto físico.
Monos bebés fueron separados de sus madres y colocados en jaulas con dos
sustitutas artificiales: una figura de alambre que les proveía leche y
otra de felpa que no los alimentaba. La sorpresa de los investigadores
fue grande al descubrir que las crías se acercaban con mayor frecuencia a
esta última. El contacto con la felpa satisfacía su necesidad de
consuelo.
La Dr. Montemayor destaca que el ser
humano no puede desconocer la principal herencia de los mamíferos: vivir
en grupo. “Para eso necesitamos lazos, que se logran gracias a la
oxitocina.”
Durante la Segunda Guerra Mundial
se crearon albergues para los pequeños, sobre todo recién nacidos, que
habían perdido a sus padres. Las enfermeras los bañaban, vestían y
alimentaban; sin embargo, muchos bebés morían pronto por la falta de
contacto físico estrecho. Los niños necesitan abrazos, caricias, entre
otras expresiones del amor materno para sobrevivir.
Otros estudios muestran que gran
parte de la depresión de los ancianos se debe a la ausencia de contacto
físico con otras personas y no a la falta de sexo. “La oxitocina genera
una sensación de bienestar y calidez. El cerebro del recién nacido establece el contacto visual con la madre por la oxitocina. Ésta tiene funciones fuera del
cerebro: en las mujeres aparece en el momento previo al parto, es
necesaria para contraer el útero y expulsar al bebe; cuando nace el niño
hay altos niveles de oxitocina en cuerpo y cerebro. Esto genera apego,
pero también pérdida de la memoria; quizás por eso las mujeres se
vuelven a embarazar y no recuerdan lo doloroso que fue el parto.
Pero esta sustancia no sólo
aparece durante el contacto físico con el ser amado, amigo o familia,
sino también se produce en la interacción con mascotas. “Si durante una
semana todos los días al llegar a casa acaricias la panza del perrito,
te mirará a los ojos en busca de apego. Y a ti, sólo por acariciarlo, se
te baja la tensión arterial y la ansiedad, y si estás deprimido,
disminuye un poco la depresión. Sin embargo, esa sensación no se
presenta cuando existe contacto con personas que acabamos de conocer,
pues es necesario que se generen vínculos afectivos”, concluye la
investigadora.
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