jueves, 22 de marzo de 2012

ESA SEXUALIDAD DESENFRENADA DE GRECIA ANTIGUA


Un joven desnudo toca el aulos en un banquete. Copa ática, 460-450 a. C.
El hombre de la antigua Grecia consideraba el amor hacia las mujeres algo vulgar, una pasión vacía, propia de los animales. Este concepto del amor, lógicamente favoreció la escasa valoración social de las mujeres, a las que se veía como seres inferiores física e intelectualmente.

El amor entre hombres era más respetado por la sociedad griega. Se consideraba un privilegio de los hombres cultos. Generalmente, solía existir una importante diferencia de edad entre los amantes.

En este fresco de una tumba griega vemos al erómeno con su erastés.
En Atenas, el hombre mayor se llamaba erastés y su joven amante, erómeno. El primero debía educar, proteger y dar buen ejemplo a su amado. El jovencito ofrecía a cambio su lealtad y su belleza física. Sólo el primero debía sentir placer sexual en sus relaciones.

Escena de cortejo pederasta recogida en una vasija del siglo IV a. C.

Al parecer, muchos jóvenes griegos  se prostituían a cambio de dinero, perros de caza u otros caprichos. Otros, eran vendidos por sus propios padres para que ejerciesen la prostitución.
Hombre pagando a un joven prostituto
Incluso jovencitos adinerados, de buena familia, podían entregarse a hombres mayores  a veces, simplemente, por experimentar nuevas experiencias sexuales. Este fue el caso de Timarcos, que, según nos cuenta Esquines, su inmensa fortuna no le impidió vender su cuerpo desde los trece años y unirse después al pederasta Misgolas a cambio de dinero: 
Se llevó a su casa a Timarcos, que estaba bien rollizo, vicioso ya, y dispuesto a conceder a Misgolas cuanto éste deseara... Actuaba así porque era esclavo de sus pasiones más despreciables, los platos refinados, las mujeres flautistas, las prostitutas, los dados, todo lo que jamás debería seducir a un noble. Esquines: Contra Timarco
También se extendió en Grecia la moda de mantener sexo con eunucos, que podían ser de tres tipos: los castrati, a quienes se les había cortado todo; los spadones, no mutilados del todo; y los thlibiae, con los testículos aplastados.

A pesar de que socialmente se ensalzara el amor entre hombres, las mujeres nunca dejaron de ser fuente de deseo. Era frecuente que en los banquetes y en las fiestas se contratase a bellas prostitutas para que "amenizasen" la velada.


En Grecia, las alcahuetas recogían niñas abandonadas para dedicarlas después a la prostitución. Muchos padres poco adinerados, cuando nacían sus hijos, sobre todo si eran niñas, los colocaban dentro de un macetero (para protegerlos de los perros) en una esquina de una calle. Los traficantes recogían a estos niños para venderlos, antes de la adolescencia, como esclavos o prostitutos.

Según Zenón, una pequeña niña, como había que educarla, sólo valía 50 dracmas, pero las adolescentes prostituidas podían costar hasta 300 dracmas.


Luciano, en su
Diálogo de las cortesanas, nos explica cómo una madre comenzó a prostituir a su propia hija, que sólo tenía diez años:
- Saldrás a conocer hombres jóvenes, beberás y te acostarás con ellos a cambio de dinero.
- ¿Cómo Lira, la hija de Dafnis?
- Sí.
- Pero ¡si es una prostituta!
- ¡Eso no es tan terrible! Te harás rica y tendrás numerosos amantes. ¿Por qué lloras? Las prostitutas son numerosas y codiciadas. ¡Ganan mucho dinero! ¡He visto a la hija de Dafnis cubierta de harapos cuando era niña, y la veo ahora con sus joyas, sus vestidos de colores y sus cuatro criadas!
La sexualidad del varón era mucho más libre y desinhibida que la de su mujer legítima. Mientras que ella sólo podía tener relaciones sexuales con su marido, con el fin de la procreación, éste podía buscaba el placer con diferentes amantes, como concubinas, esclavas domésticas o prostitutas.

Entre las prostitutas destacaba, por su refinameinto y belleza, la hetaira, que no sólo era objeto de placer sino también signo externo de riqueza. Por ese motivo, era exhibidas por su protector en los juegos, en debates políticos, excursiones o banquetes.



En los banquetes, el anfitrión solía ofrecer a sus invitados espectáculos excitantes, con juegos, números de circo y bailarinas y flautistas prostituidas. Sin duda, estas fiestas terminaban en orgías, en las que las prostitutas competían por demostrar su capacidad e imaginación.


Una joven música, que ha tocado la lira en un banquete, se viste de nuevo bajo la mirada de su cliente. Copa ática, c.490 a. C., Museo Británico.

Las hetairas vivían con mucho lujo y algunas eran tan caras que eran alquiladas por dos hombres a la vez. Sin embargo, todas temían la vejez. Y es que todas las prostitutas, incluso las más bellas e influyentes, podían acabar mál con el paso del tiempo. Epícrates nos habla del trágico declive de la cortesana Lais, célebre en su época:

Lais es perezosa y está siempre borracha... Cuando era joven y lozana, se mostraba indomable a causa de sus riquezas, y resultaba más fácil obtener una entrevista con el sátrapa Farnabazos que con ella. Pero desde que han transcurrido los años y ha perdido la armonía de su cuerpo, ¡resulta más fácil verla que escupir! Ahora se pasea por todas partes. Lo mismo le dan una moneda de oro que tres óbolos; recibe a jóvenes lo mismo que a viejos. Se ha domesticado tanto que viene a comer de tu mano. Epícrato: Anti-Lais.


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